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Liberación de animales:
¿solución o problema? 

por Claudio Bertonatti
FUNDACIÓN VIDA SILVESTRE ARGENTINA
Defensa 245 (1065) Buenos Aires, Argentina
Tel. y fax: (011) 4 343-3778/4086 ó (011) 4 331-3631/4864
Correo electrónico: info@vidasilvestre.org.ar

     


Tráfico de fauna, inspecciones, decomisos... ¿y después qué?
Todos sabemos qué hacer frente a un ilícito en materia de captura o comercio de animales silvestres vivos. Se presenta una denuncia. Esta suele desencadenar una inspección y –de constatarse una situación presuntamente ilegal- se interfiere la “mercadería”. Vale decir, los animales vivos, en el caso de las bicherías, pajarerías o ferias de animales. Pero  precisamente en ese momento surge una inquietud razonable: ¿qué hacemos con los animales?, ¿los secuestramos o los dejamos?, si los trasladamos a otro lugar...¿a dónde?; allí, ¿estarán mejor?, ¿tendrán lugar adecuado?, ¿habrá personal predispuesto y capacitado para recibirlos y atenderlos?. Basta. Mejor, no preguntemos más, porque, en realidad, muchas veces, se termina haciendo lo que se puede y no lo que se debe.
Por ello, no extraña que haya inspectores de fauna, guarda faunas, guarda parques o miembros de las fuerzas de seguridad que se vean arrastrados a no realizar procedimientos de control por no tener un lugar donde derivar los animales. Por otra parte, los organismos que hasta ahora los han recibido (básicamente, los zoológicos) tienen una capacidad de carga limitada. Tampoco cuentan con recintos preparados para recibir a cientos de animales de especies distintas y en diferentes estados sanitarios. Menos esperable todavía es que puedan albergarlos en un sitio de cuarentena ideal y que luego ingresen a planes de cría o rehabilitación con miras a futuras liberaciones en sus hábitat naturales. Más bien esto suena a ciencia ficción. Lejos de todo eso, hoy por hoy, la realidad de los zoológicos es que actúan como cementerios o morgues para los miles de animales que se decomisan anualmente. O peor aún, se practica una eutanasia virtual, en la que cualquiera de sus veterinarios puede predecir el futuro inmediato de cada uno de los repentinos huéspedes que se han “rescatado”.
Es fácil advertir, entonces, que la mayoría de las instituciones encargadas del control de la captura y el comercio de fauna no cuentan con centros de rescates adecuados donde retener, atender y rehabilitar animales silvestres. Tampoco existen equivalentes para dar un destino humanitario a todos los animales domésticos que se rescatan del abandono. Por eso -volviendo a la fauna silvestre- pueden producirse algunas de estas situaciones indeseables:
a) designar al infractor como depositario legal de los animales.
b) liberar los animales en el lugar del decomiso, sin criterio y sólo para “resolver” el problema.
c) decomisar los animales y depositarlos en sitios sin capacidad de atención adecuada.
d) paralizar los controles de caza, captura o comercio por no contar con depósitos para la “mercadería”
Lo que dice la ley: entre el deseo y la realidad.
Aunque no se detiene en los recursos reales o actuales, la legislación es clara. A nivel federal, el Decreto Reglamentario 666/97 de la Ley de Fauna 22.421/81 establece (en sus artículos 48º y 49º) los siguientes destinos de los animales vivos decomisados:
a) liberación cuando la especie y el hábitat sean los adecuados.
b) depósito provisorio en un lugar apropiado.
c) derivación a zoológicos oficiales.
c) sacrificio.
No podemos desconocer que nosotros –quienes trabajamos en defensa del medio ambiente- debemos ser los primeros en conocer, cumplir y hacer cumplir la legislación. Y esa misma la Ley de Fauna 22.421/81 dice –en su Artículo 6° que "Queda prohibido dar libertad a animales silvestres en cautiverio, cualquiera fuese la especie o los fines perseguidos, sin la previa conformidad de la autoridad de aplicación..." La Resolución 157/91 de la Administración de Parques Nacionales va más allá: el Artículo 6° (inciso b): se "prohibe expresamente la introducción, suelta, transplante o reintroducción de ejemplares silvestres, o sus huevos, larvas o embriones, quedando exceptuados aquellos casos que con el debido respaldo de sus cuerpos técnicos la APN decida realizar". Esto hecha por tierra las liberaciones espontáneas que muchas veces tienen por escenario hasta los mismos parques nacionales.
Dadas estas y otras restricciones, para resolver el problema algunos países más desarrollados, como los Estados Unidos recurren a la “vía rápida”: eutanasia. Sin embargo, creemos que debemos apelar a otras soluciones más humanitarias, como la creación de un sistema de adopción responsable de mascotas o la derivación –condicionada- a las estaciones de cría, centros de rehabilitación o zoológicos que trabajan de un modo organizado y al servicio de la conservación. Lógicamente, esto implicaría mayores esfuerzos, como:
-  un directorio actualizado de los lugares de derivación potencial
-  un inventario actualizado de las especies que mantienen cautivas, para tener presente cuál es el sitio más adecuado donde derivarlas (básicamente esto es lo que hace actualmente Gustavo Aprile desde la Fundación Vida Silvestre Argentina).
-  un soporte legal claro, realista, coherente y fácil de “ajustar” en el futuro.
-  apoyo económico para los organismos que formen parte de la nueva solución
-  capacitación para el personal que efectúa decomisos, traslados o rescates de fauna.
-  un control gubernamental.
-  difusión pública de las causas y consecuencias del tráfico de animales vivos.
Nos preguntamos –al principio- qué hacer con los animales silvestres decomisados. Aunque todavía no existe un criterio oficializado y generalizado de trabajo, la Fundación Vida Silvestre Argentina elaboró -tras consultar a otras entidades y a especialistas- un Documento de Posición respecto a la Liberación de Fauna Silvestre. En resumen, establece que rehabilitar a un animal para liberarlo en la naturaleza implica:
1. Determinar la especie y subespecie a la que pertenece el animal.
2. Conocer su localidad o lugar de origen geográfico.
3. Tener certeza de que se encuentre sano.
4. Haber superado el proceso de rehabilitación conductal.
5. Identificarlo con una marca, seña, anillo, caravana, tatuaje, collar u otro material.
6. Liberarlo en un área y hábitat donde la especie habita o habitó, respetando  las condiciones ecológicas de la misma (capacidad de carga, sociabilización, etc.).
7. Realizar un monitoreo sobre su evolución y adaptación al medio ambiente
8. Contar con la autorización gubernamental correspondiente.
Si aceptamos estos criterios, es fácil deducir que la liberación de un animal rescatado o rehabilitado debería ser un hecho absolutamente excepcional. ¿Por qué? Porque, en realidad, el móvil que nos lleva a trabajar en este campo es beneficiar a la naturaleza por sobre todas las cosas, aunque ello exija la imposibilidad de dar libertad a muchos animales. Libertad, que no en pocas ocasiones, se presenta como una fantasía que pretende llevar liberación, dicha y felicidad a animales que no están en condiciones de sobrevivir una vez que la puerta de su jaula queda abierta. Esos seres no mueren por el tráfico de fauna que desencadenó esa situación, sino por una actitud basada en la desinformación o en la ingenuidad. En tiempos donde, incluso, el rescate o la rehabilitación de fauna hechas con seriedad son cuestionadas, el tipo de “desproligidades” mencionada, poco ayudan a resolver los problemas ambientales.

Sé que estas palabras pueden estar muy lejos de lo que muchos desean escuchar. Pero decir que abriendo las jaulas los animales recobran la libertad y así ayudamos a la naturaleza es una mentira que todos debemos combatir. Este tipo de Congresos es muy afín con la ciencia y toda ciencia tiene por misión buscar la verdad. No pretendo haberla hallado, pero veo sí con claridad algunas falacias o barbaridades que, a veces, se hacen bajo la bandera de la conservación. En nuestro país, sobran ejemplos de impactos negativos causados por liberaciones o fuga de animales, tanto de especies domésticas como silvestres, autóctonas y exóticas. Por todo esto, es importante aceptar que un animal derivado a un lugar donde permanecerá cautivo el resto de su vida no es un fracaso. Si ese ser vivo es incorporado a un plan de investigación, de educación o de reproducción en cautiverio, será un éxito del cual debemos estar orgullosos. Porque ese animal podrá permitir que se tomen medidas a favor de su especie y de los ecosistemas donde habitan sus pares libres.
Sin duda, la forma en que se han hecho las liberaciones hasta ahora y la difusión que han tenido, constituyen una carga que habrá que afrontar. Pero nosotros y la sociedad debemos asumir que cuando un animal silvestre es extraído de la naturaleza, su reinserción a su hábitat natural es un desafío técnicamente complejo, económicamente costoso y ecológicamente riesgoso.
Por todo esto, con Gustavo Aprile nunca nos cansamos de repetir que es necesario ser cuidadosos cuando nos toca comunicar a la opinión pública las experiencias de rescate, rehabilitación o liberación de fauna. Evitemos enfatizar sobre el componente emotivo y hablemos más de los beneficios para la naturaleza, con sustento técnico. Sin caer en un discurso académico, se puede informar no sólo de lo positivo que resulta coronar un trabajo de rehabilitación con la liberación de los animales, sino también de los enormes riesgos sanitarios, ambientales, económicos o sociales que podrían acarrear una liberación hecha sin el cuidado o conocimiento necesario. Sólo así sabremos si la liberación de animales es una solución o un problema.